Hoy hablo desde un país donde es delito ser mujer.
Apenas pasa un día sin que haya más malas noticias y restricciones para las mujeres.
Ninguna mujer ha padecido en ninguna otra tierra a lo largo de la historia el sufrimiento que
han padecido las mujeres de Afganistán.
Hoy presento un informe de un país en el que las mujeres no tienen acceso a sus derechos
esenciales de educación, trabajo o libre circulación. Pero si las mujeres preguntan por esos
derechos, la respuesta será golpearlas, detenerlas o matarlas.
Hoy alzo mi voz por las mujeres y las niñas de un país en el que el Ministro de Educación
Superior dijo, en la ceremonia de graduación de los estudiantes de un centro religioso, que
quienes escriben/hablan en contra y/o se resisten a los talibanes merecen ser asesinados.
Esto incluye las críticas a su régimen tanto en internet como en la vida real.
Registran activamente todos y cada uno de los hogares, incluso el teléfono, el ordenador
portátil y todos los objetos privados para ver y descubrir quién trabaja contra ellos. Si
encuentran algo, los detienen, golpean o matan. Nadie tiene derecho a quejarse.
Pero los talibanes no saben que las mujeres de hoy no son como las de 1996-2001.
Las mujeres de hoy creen firmemente que «una madre formada construye una nación
fuerte». Y ellas son más fuertes que sus restricciones. Estas mujeres no tienen miedo. Las
mujeres afganas se hacen más fuertes cada día, según van alzando su voz contra los
talibanes para exigir sus propios derechos esenciales de educación, trabajo y libre
circulación.
Hoy estoy aquí para deciros que no hay derechos HUMANOS ni derechos de la MUJER en
Afganistán bajo el control de los talibanes.
Desde dentro de Afganistán, mi ruego es que no nos olvidéis.
Mi historia es la historia de miles de mujeres que viven bajo control talibán. Las mujeres
afganas somos heroínas. Morimos cada día, pero nunca nos rendimos.
Desde que el régimen talibán se apoderó del país a mediados de agosto de 2021, el historial
de Afganistán en materia de derechos de la mujer ha sido ostensiblemente uno de los
peores (si no el peor) del mundo. A pesar de las promesas de «defender los derechos de la
mujer de acuerdo con la ley sharia», desde las primeras semanas de su gobierno, los
talibanes comenzaron a suprimir los derechos de sus ciudadanos, siendo las mujeres el
principal objetivo de las restricciones.
Además de prohibir a mujeres y niñas viajar sin un familiar varón, los talibanes también les
han negado la educación posprimaria, les han vetado el acceso a numerosos lugares
públicos y han restringido su empleo a la sanidad y la educación primaria. En diciembre de
2022, también prohibieron a las mujeres trabajar para organizaciones no gubernamentales
(ONGs) en la mayoría de los sectores.
Más tarde, a principios de abril de 2023, los talibanes ampliaron la prohibición para incluir a
las mujeres afganas que trabajan para la Misión de las Naciones Unidas en el país. Esta
represión de los derechos de las mujeres ha suscitado una considerable condena
internacional, incluso por parte de Estados musulmanes. En respuesta a estas políticas
regresivas, muchos donantes internacionales han reducido o amenazado con interrumpir su
ayuda humanitaria, de la que el país depende en gran medida. Se teme que,
involuntariamente, las mujeres sean las más afectadas por esta reducción o suspensión de la
ayuda humanitaria.
Sin embargo, los talibanes parecen inflexibles, lo que deja a los agentes internacionales ante
el dilema de cómo proceder. Afganistán no es el único país en el que se está produciendo un
retroceso en los derechos de la mujer. Pero lo que está ocurriendo debería hacer saltar
todas nuestras alarmas; demuestra cómo décadas de progreso en materia de igualdad de
sexos y derechos de la mujer pueden ser literalmente aniquiladas en cuestión de meses.
Lo que leéis o veis en las noticias sobre los derechos de las mujeres en Afganistán, es por
desgracia, una imagen exacta, aunque no menos terrible, de nuestra realidad.
En la actualidad, Afganistán se encuentra en una coyuntura crítica. Es el único país del
mundo donde las mujeres no tienen acceso a derechos básicos como la educación, el
trabajo o la libre circulación.
Las afganas se enfrentan a innumerables problemas sin resolver pero, debido a las
restricciones, las mujeres no pueden compartir sus historias entre ellas. Y además, no hay
oídos, ni organización, ni grupo que escuche los problemas a los que se enfrentan las
mujeres. Las mujeres afganas están completamente aisladas.
La vuelta de los talibanes al poder en Afganistán en agosto de 2021 ha puesto de nuevo los
derechos de las mujeres en el punto de mira. Cada vez está más claro que el actual régimen
talibán pretende hacer de una visión doctrinaria y restringida de la posición de la mujer en la
sociedad el eje central de su proyecto para el futuro del país.
Para dar sentido a este momento, ayuda hablar de la historia de los talibanes.
Empezaré por el año en que nací.
Yo era una recién nacida durante los primeros años de gobierno talibán, y no era consciente
de cómo se trataba entonces a las mujeres. Pero el año pasado, mi abuela, mi madre y mis hermanas lloraron de tristeza cuando volvieron a abrir viejas cajas de burkas que habían
guardado hace 20 años. Me contaron historias increíbles sobre el horrible trato que recibían
las mujeres.
Mi abuela me contó cómo los talibanes entraron entonces en Afganistán, en una época en la
que había menos hombres y mujeres con estudios. Los talibanes se aprovecharon del
nombre del Islam y de las condiciones de la sociedad tradicional para manipular a la gente
sin educación. Fueron especialmente crueles con las mujeres. «La gente no puede olvidar ni
perdonar todos los asesinatos», decía mi abuela. «Casi todas las familias de Afganistán
saben ahora de alguien o tienen un familiar que fue asesinado por los talibanes».
Los años dorados: 2001-2021
A pesar de los muchos problemas de mi país, los años entre 2001 y 2021 fueron una época
dorada para las mujeres afganas. Los talibanes fueron derrocados, y las mujeres empezaron
a conocer sus derechos y ganaron autonomía en sus vidas. Yo fui una de esas niñas cuya
vida cambió para mejor. A pesar de las objeciones de nuestros parientes, mis padres me
matricularon en la escuela, y fui la primera niña de nuestra familia en ir.
Nuestros parientes decían que no debía ir a la escuela después de los 12 años. Pero mis
padres no les hicieron caso. «Nosotros vivimos tiempos duros, pero no queremos tiempos
duros para nuestros hijos», decían. «Queremos un futuro brillante para vosotros,
especialmente para nuestras hijas». Continué hasta la universidad, donde me gradué en
[eliminado por su seguridad].
Esto no quiere decir que la vida de las mujeres fuera fácil en Afganistán. La sociedad
tradicional, las guerras y la ley talibán continuaban en algunas regiones, y a muchas niñas se
les impedía acceder a la educación. Aun así, la vida era mejor que ahora.
Retorno al régimen talibán: de 2021 a la actualidad
Cuando los talibanes volvieron al poder el 15 de agosto de 2021, yo tenía veintipocos años.
Desde entonces, todos los días me despierto con el pecho oprimido. Veo las cuatro paredes
que me rodean y nada más. Día tras día, los talibanes anuncian nuevas restricciones para las
mujeres.
Antes de que los talibanes llegaran al poder en Afganistán, yo trabajaba [eliminado por su
seguridad] en una oficina privada. Pero tras la llegada del gobierno islámico, todo se vino
abajo. La oficina en la que trabajaba cerró cuatro días después de que los talibanes tomaran
el poder. Muchos de mis compañeros fueron detenidos por los talibanes, y recibimos
mensajes de que estaban buscando a otros miembros de la oficina a través de la señal de
sus teléfonos. Tuvimos que romper inmediatamente nuestras tarjetas SIM y quemar
documentos para ocultar nuestras identidades.
Ahora mismo, hoy
Puedo ver la ciudad y el bazar desde la ventana, pero nada es como antes; no hay mujeres
deambulando por las calles y la ciudad ha adquirido un silencio inquietante. La ciudad está
cubierta de negro. Si las mujeres llevan ropa de color, el gobierno islámico las golpea. Vi con
mis propios ojos a un talibán golpear a una niña con una pistola porque no llevaba el cuerpo
cubierto de la cabeza a los pies.
Esperaba tener un futuro prometedor, pero ahora me parece oscuro. Quiero volver al
pasado y respirar tranquila. No puedo llevar la ropa que quiero; no puedo ir libremente a
donde quiero. La vida de las chicas afganas es la de prisioneras que no saben cuándo serán
liberadas.
Las mujeres de hoy no son como las de 1996 y 2001. Las mujeres de hoy conocen sus
derechos y tienen el poder de la educación para alzar su voz en todo el mundo y actuar. Las
mujeres de hoy quieren que se las escuche. Quieren que sepas que, bajo el régimen talibán,
las mujeres no tienen libertad de movimiento; las mujeres no pueden participar en la vida
pública ni en la política; las mujeres no pueden ser activas en la sociedad civil; de hecho, las
mujeres están totalmente apartadas de la sociedad.
Antes teníamos acceso a una red nacional de refugios y servicios para aquellas que sufrían
violencia machista, que incluía representación legal, atención médica y apoyo psicosocial. Y
atendía a miles de mujeres y niñas cada año. Cuando los talibanes tomaron el control de
Afganistán, este sistema se vino abajo.
He oído que la situación es aún más horrible en otras zonas y provincias, donde las mujeres
no tienen acceso a Internet, a teléfonos móviles ni a ningún tipo de educación. Hay informes
de que los talibanes han emprendido acciones crueles, como secuestros, asesinatos
selectivos, asesinatos por lapidación y matrimonios forzados.
Aun así, luchamos por nuestros derechos.
He oído historias horrorosas de otras mujeres activistas que han sido detenidas por los
talibanes. Por ejemplo, una dijo que los talibanes la golpearon duramente a ella y a sus
familiares varones.
«Estuvimos varios días como peces fuera del agua», relató otra mujer. La única comida que
recibían era pan viejo. «Se lo daba a mis hijos para mantenerlos vivos. Mis hijos tenían sed:
no había agua. Había un cubo donde las mujeres de los talibanes lavaban los platos. Utilicé
esa agua para que bebieran mis hijos. Lloraban porque estaba muy sucia».
Continuó: «Los talibanes registraron nuestro Facebook, nuestras llamadas, todos los
documentos de nuestro portátil. Reprodujeron nuestros mensajes y preguntaron por ellos.
¿Dónde están tus otros amigos?», decían, «tienes que ayudarnos a encontrarlos». Nos liberaron haciendo una promesa: ‘Desde este día, no vamos a hacer nada contra los
talibanes'».
Mi papel como activista
Soy una de las mujeres activistas que viven en Afganistán bajo la amenaza directa de los
talibanes. Los talibanes buscan activamente a todos los que trabajan o hablan en su contra.
Estoy en peligro, pero no puedo parar. Los talibanes mienten y sólo quieren luchar por el
poder. Estoy escondida, luchando por mi vida y la de otras mujeres.
Sé que los talibanes me están buscando, y a los talibanes les resulta fácil matar a los grupos
que trabajan o hablan en su contra. Por mi culpa, mis hermanos y mis padres también están
directamente amenazados. No estamos a salvo. Trabajo para ocultar mi identidad y la de
mis padres.
Actualmente me escondo de los talibanes, pero un día me matarán a mí o a los miembros de
mi familia.
Las mujeres afganas necesitan urgentemente servicios sanitarios, ayuda humanitaria y
justicia. Continuaré esta lucha con mi pluma y mi tinta, alzando mi voz por las mujeres
afganas.
Han pasado 626 días desde que los talibanes prohibieron la escolarización de las chicas
adolescentes. Afganistán sigue siendo el único país del mundo donde a las mujeres y las
niñas se les niegan sus derechos humanos básicos.
Las valientes mujeres afganas siguen protestando en las calles de Kabul, a pesar de la
ofensiva talibán contra las manifestaciones. Siguen exigiendo sus derechos humanos
básicos.
Prohibir la educación de mujeres y niñas por parte de los talibanes es un crimen contra la
humanidad.
Como miles de otras personas, no renuncié a trabajar y alzar mi voz por las mujeres afganas,
incluso en una situación tan horrible. Continuaré esta lucha con mi pluma y mi tinta.
En una situación tan desesperada, en la que las escuelas están cerradas a las alumnas,
seguimos con nuestro trabajo, como lo hemos hecho desde agosto de 2021. Grupos
voluntarios de miembros jóvenes y formadas de nuestra sociedad, bajo el nombre de
«grupo de Yal Bano», ayudan a las alumnas desde el interior de nuestras casas. Desde el 7º
al 12º curso (de 13 a 19 años) les enseñamos diferentes asignaturas a través de programas
de formación en línea como escolarización secreta en línea. Y todavía hoy, 500 estudiantes
están aprendiendo o se han graduado en nuestro programa en línea.
Además, como las mujeres no pueden trabajar fuera de casa, la situación económica de sus
familias se ve muy afectada.
Seguimos intentando ayudar y proporcionar alimentos y cubrir otras necesidades urgentes
de esas familias que viven en una situación económica muy difícil. Y todavía tenemos 1.000
familias en nuestros registros que necesitan urgentemente alimentos y ayuda humanitaria.
Lo que hacemos por las niñas y las mujeres es una labor humanitaria amistosa. No
queremos hacernos famosas ni obtener beneficios. Sólo queremos ayudarnos mutuamente
y juntas lograr un cambio positivo.
Nuestro trabajo es totalmente privado, oculto y amistoso dentro de nuestras casas. Nos
conectamos a través de Internet. Así que es una manera muy segura para todas nosotras de
continuar con nuestro programa.
Lo que queremos: una llamada a la acción
En última instancia, todos conocemos muy bien los problemas a los que se enfrentan las
mujeres afganas, así que no hay necesidad de más explicaciones. Hay una gran necesidad de
acción.
Desde dentro de Afganistán, mi petición es que no nos olvidéis.
Por favor, apoyad a las mujeres afganas. Las mujeres afganas necesitan acción.
Por favor, no reconozcáis a los talibanes.
Por favor, dejad que las mujeres afganas aprendan.
Por favor, ayudadnos en esta situación tan horrible.
Por favor, ayudad a las familias afganas con alimentos y asistencia humanitaria.
Con vuestra ayuda y vuestro apoyo salvaréis a una familia del hambre, salvaréis a una hija
de un matrimonio infantil forzado, salvaréis a un padre de vender una parte de su cuerpo
para dar de comer a su familia.
Como mujeres y niñas en Afganistán, según el régimen talibán, debemos estar en casa en
todo momento y ni siquiera tenemos derecho a respirar: mi única responsabilidad es hacer
bebés y cuidarlos.
Cosas que ya no puedo hacer
No puedo salir sola a la calle sin un familiar varón.
No puedo ir al colegio si paso de los 12 años.
No puedo ir a la universidad ni al gimnasio ni al parque.
No puedo ser ingeniera ni pilota ni cantante ni atleta.
No puedo ir a trabajar, excepto como médica o enfermera en algunos hospitales.
No puedo ir a médicos varones para que me traten.
No puedo tratar con tenderos varones.
Debo llevar un burka largo que me cubra de la cabeza a los pies.
No puedo hablar ni dar la mano a varones no mahram (familiares cercanos o maridos).
No puedo reír en voz alta. (Ningún extraño debe oír la voz de una mujer).
No puedo viajar en taxi sin un mahram.
No puedo presentar ni hablar en la radio, televisión o reuniones públicas. Y si pudiera,
tendría que taparme la cara durante el programa de televisión.
No puedo hacer deporte ni entrar en un centro o club deportivo.
No puedo montar en bicicleta ni en moto, ni siquiera con un mahram.
Se me prohíbe escuchar música; esto se aplica no sólo a las mujeres, sino también a los
hombres.
Está prohibido que los sastres tomen medidas a las mujeres o cosan ropa femenina.
Además:
No pueden perfumarse.
No pueden llevar ropa de adorno.
No pueden llevar ropa fina.
No pueden llevar ropa estrecha y ajustada.
Tienen que cubrir todo el cuerpo.
Su ropa no deben parecerse a la de los hombres.
La ropa de las mujeres musulmanas no debe parecerse a la de las mujeres no musulmanas.
Los adornos de sus pies no deben producir sonido.
No pueden llevar prendas que produzcan sonido.
No pueden caminar por el centro de las calles.
No pueden salir de casa sin permiso de su marido.
No pueden hablar con desconocidos.
Si es necesario hablar, deben hacerlo en voz baja y sin reírse.
No pueden mirar a extraños.
No pueden mezclarse con extraños.